Primero, empezar por nosotros mismos. ¿Cómo? Tengamos cuidado con el contagio de emociones. En estos momentos, debemos tener en cuenta que lo que decimos, de manera verbal y no verbal, influye directamente en los demás. Por ende, no nos desesperemos así no desesperamos al resto. No nos dejemos llevar por el pánico. Evitemos el efecto 'papel higiénico'. Esto ocurre cuando nos dejamos llevar por el pánico sin que nuestros actos tengan relación racional con los síntomas o la prevención de la enfermedad.

Ahora, ¿qué le decimos a los chicos? Como en todo tema con los hijos, debemos comenzar por lo que ellos saben o quieren saber. A partir de ahí, sumar, corregir o aclarar lo que fuese necesario para calmar las ansiedades. Lo más importante, es no agregar información cuyo objetivo final NO sea calmar lo que ellos piensan para no crear nuevos problemas.

A su vez, la sugerencia es hablar. Hablar de todo lo que está pasando, ya que lo que no hablamos, quedará libre a la 'imaginación' lo que puede ser peor.

El primer paso de la inteligencia emocional es etiquetar las emociones. Si le ponemos nombre a lo que sentimos y lo relacionamos con aquellos que nos provoca, todo se vuelve más manejable e impacta menos sobre nosotros y la manera en que actuamos. Es aconsejable desarrollar esta habilidad en los más chiquitos ya que no solamente les servirá en este momento, sino también a futuro.

A su vez, para evitar que los niños se queden mal, es clave darles una respuesta para cada problema o situación negativa que se plantee. Los mejores ejemplos son las recomendaciones para combatir el virus que se encuentran a nuestro alcance, como por ejemplo: quedarse en casa, lavarse las manos, toser con el codo, para evitar el contagio. Es muy importante focalizarse en lo positivo, darle un sentido al esfuerzo que se está realizando. Hacer hincapié en que se está haciendo todo lo correcto para solucionar la situación. Otra opción para hacer 'realidad' esta idea es la de contar historias. Puede ser una buena herramienta para ayudarlos en estos casos, cuentos en donde el protagonista supera el problema y resulta vencedor para que tenga emociones similares con lo que estamos atravesando.

Ahora bien, ¿cómo manejar el miedo? El mejor antídoto para el miedo es el CONTROL. Cuando tomamos el control de la situación, nos calmamos y eso nos permite funcionar de manera racional. Para esto, es necesario mantener (o crear) una rutina con horarios para levantarse, estudiar, jugar, hacer actividades, momentos de ocio, cenar y dormir. Asimismo, esta rutina nos permitirá a nosotros, los grandes, mantener los hábitos que traíamos hasta antes de la cuarentena. No temamos cuando escuchemos el 'estoy aburrido'. El aburrimiento es bueno: es la antesala de la creatividad. No debemos desesperarnos porque esta etapa hace que los chicos busquen dentro de sus recursos y eso potencia la creatividad, la tolerancia y la capacidad de resolver situaciones. Por ende, evitemos que nuestros hijos estén siempre entretenidos.

Por último pero no menos importante, en todas situaciones adversas hay oportunidades para crecer. Por supuesto que la situación actual no es deseada por nadie, pero una de las mayores posibilidades que existe en este caso es la de encontrarse como familia desde una dinámica totalmente distinta a la habitual, con otros tiempos para poder compartir y mayor profundidad en los diálogos.